viernes, 11 de enero de 2008

Un cuento

"Todos están locos"
Aquel día, al volver de la escuela, el colectivo que me llevaba a casa habitualmente, cambió su recorrido.
Pensé que luego retomaría la avenida y seguiría el camino como siempre, pero me asombré cuando comenzó a internarse en un callejón que nos conducía exactamente al revés de cómo debería. Era más bien una calle chica, adoquinada, por lo que el colectivo se movía bastante. Me paré en seguida tambaleando un poco y me apuré a tocar el timbre.
“¡Caramba!” me dije una vez abajo. Cuando miré el boleto que guardaba en el bolsillo de la campera, pude ver que había tomado el colectivo equivocado sin darme cuenta. “¡Qué tonta! Me repetía una y mil veces “¿Cómo no me di cuenta?”, y mientras seguía caminando para regresar a la avenida.
Cuando miré el reloj, marcaba justo las doce del mediodía. Debía apurarme, pues mami me esperaba en casa con la comida preparada. Siempre almorzábamos juntas mientras mirábamos algún programa en la tele y le contaba las novedades del colegio.
De pronto me sentí cansada. Había caminado muchísimo. ¡Ya debería haber llegado hace rato! Si solo eran cuatro cuadras derecho...
Miré hacia atrás. Tal vez me había pasado. Tan distraída, y ahora además, el cansancio... Descubrí que todo a mi alrededor me era desconocido. Todo lo que ya había caminado, lo que seguía. Las casas, los comercios, las caras de la gente. Era un barriecito de casas bajas y pocos y pequeños negocios. Nada parecido a mi cuadra, tantos edificios y autos y luces y semáforos...
Volví a mirar el reloj, que esta vez marcaba las doce y cuarenta y cinco. ¿Cómo podía haber caminado durante tanto tiempo sin notarlo? En mi vida había andado por esas calles. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo.
Busqué en el bolsillo alguna moneda. Debía comunicarme con mamá para contarle lo sucedido. Seguramente estaba preocupada por mi demora. Me alerté al ver que había solo pelusas y boletos viejos. Ni una moneda.
Estaba ya agotada y confundida. Me sentía algo mareada. Así que me senté en el umbral de una casa para descansar y acomodar un poco las ideas. Todo comenzó a girar a mi alrededor, hasta que... no sé. En realidad ya nada más recuerdo de aquel día.
Cuando desperté, me encontraba en una cama, en una habitación pequeña que jamás había visto. Alrededor mío había dos médicos y mis padres. ¡Por fin! ¡Allí estaban! Quise abrazarlos y preguntarles todo. Decirles lo confundida que estaba. Esperaba una explicación. Cuando intenté acercarme, mi madre retrocedió un paso y comenzó a llorar. Mi padre no tardó en abrazarla y consolarla. Le decía “Todo va a pasar, vas a ver mi amor”, mientras le acariciaba el pelo y con dulzura la llevaba lentamente hacia la puerta. Se alejaron hasta desaparecer del cuarto.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde esos episodios. Día a día permanezco acá. A veces lloro, a veces grito. A mis alrededores hay más gente. Todos vestimos conjuntos blancos, igualitos. La mayoría son niñas y muchachas. Ellas parecen iguales que yo. También lloran, gritan, caminan como perdidas. No sé qué pasa.
Mami y papi me visitan a veces. Me miran desde lejos a través de un vidrio. Lloran un poco y se van. Yo les grito, intento que me escuchen, pero no lo hacen. Pronto aparece un señor vestido de verde claro que parece un médico. Me pone una camisa. ¡Qué tonto! ¡Siempre me la pone al revés! Luego me lleva hacia mi cama, me acaricia suave la frente, me pincha y se va. Y yo descanso un largo rato.
Aun no sé que pasó. ¿Se estarán volviendo todos locos?

Qué

Momentos, imágenes, recuerdos, deseos, cosas de todos los días. Puntos de vista... absolutos y relativísimos. Maneras de ser, particularidades. Virtudes. Defectos. Cosas que no se permiten. Cosas que se exigen. Creaciones. Iniciativas. Sueños. Sueños abandonados. Sueños realizados. Presencias, Ausencias. Seres que pasan por la vida. Seres que se quedan. Que dejan algo, que (nos) arruinan por fracciones de vida. Sinsabores. Historias tristes. Anécdotas sin contar. Anécdotas repetidas, que contamos mil veces, que recordamos millones. Instantes y eternidades. Aromas, sonidos. Frases que marcan. Frases que se anotan, que se dicen, que se esperan, que se escuchan, que hacen ruido. Ruidos. Ruidos que molestan, que acompañan, ruidos necesarios. Necesidades. Inventadas y reales. Y reales inventadas. Inventos. Que nos dicen, que decimos, que pensamos. Pensamientos propios. Novedosos. Novedades nuevas y novedades viejas. Novedades que ya no son. Novedad es también cuando nos anoticiamos cosas de nosotros mismos. Que somos. ¿Qué somos? Cuando sabemos que somos también, eso. Y eso que jamás pensamos que seríamos. Y cuando nos damos cuenta que es posible no ser eso que siempre nos dijeron que éramos. Y que tal vez seamos. Para otros. Novedad es también darse cuenta que uno es tortuga a veces, pero a veces no. O tal vez que no lo seamos. Que puede ser. Que eso es relativo. Darnos cuenta de que podemos ser solitarios sin estar enfermos. Que la soledad es a veces la mejor compañía (pero que a veces renegamos de eso, y cómo cuesta!) Saber también que aún con amor podemos seguir siendo solitarios. Y ya no pedir perdón por eso. Descubrirnos. Descubrirse. Descubrir (se). Y no asustarse. No asustar (se). De lo que (se) descubre, claro. Porque eso tal vez también somos. Porque los otros también pueden ser aquello otro. Aire, paz, luz, amor, cualidades, sentidos, sentimientos. Sensibilidades. Abanicos (de) sentimientos, de sentidos, de sensibilidades, y de insensibilidades. De vulnerabilidades, de riquezas, de hazañas, de caminos. Caminos que se abren, que se ramifican, que nos ponen en lugares nuevos, que nos dejan en lugares que ya conocemos, o que conocemos y sabemos que no nos llevan a ningún lugar. Pero quizá esta vez si...? Personas y personajes. Máscaras, melodías. Certezas cuestionables, cuestionadas, cuestionamientos sin sentido. Sentidos que se cuestionan. “Cuestiones de la vida”, cuestiones de la muerte... Muertes vividas, muertes muertas, muertes recreadas, inventadas, infinitas, imposibles. Cuerpos. Deseados, mirados, tocados, conocidos, mortificados, soñados, despojados. Que se encuentran, que se pierden, que se fusionan, que se rechazan. Cuerpos que creemos seres, seres que creemos cuerpos. Cuerpos que no conocemos. Cuerpos que tienen un adentro que nunca vemos. Y mejor que así sea. Adentros que imaginamos. Que aterran. Que son más que reales aunque los pensemos. ¿Reversibles? Ni pensarlo. Monstruos. También los hay. Reales y creados. De pesadillas, de la vida cotidiana... Cotidianidades que se vuelven raras. Rarezas que se vuelven cotidianas. Rarezas? Uno mismo, la rareza más cotidiana que tenemos. “Ser rara” ¿Ser rara? Faltan motivos. O sobran. Tenemos más sentidos que sin- sentidos, y no vemos que quizá sea al revés! Que la falta más grande e irremediable tal vez sea esa! Metáforas, justamente con ellas hacemos la productividad del sentido. ME-TO-NI-MIAS. Allí cuando nos damos cuenta que no hay... Que no... Qué... QUÉ? QUÉ!