domingo, 28 de septiembre de 2008

Sin reloj

Se despiertan con el sol del mediodía...

Y corren apuradas pero felices hacia el lago...
Piensan,
tarde es ya... una nueva jornada espera!

viernes, 26 de septiembre de 2008

Te miro... (en monocromo)

te miro...
andás flotando e inventando formas y aventuras sombreadas. Caminando en autopistas blancas y negras. Que van y que vienen Suben, bajan. Pasean. Recorren.
te miro...
frente a la gran cartulina blanca, creando, preocupado en detalles monocromos. Con los ojos brillantes puestos en un destello de luz que se escabulle en medio de oscuridades.
te miro...
fantaseando figuras vivas. Que toman el papel y bailan. Bailan en vos. Dentro tuyo, y se reflejan en tu mirada.
Se escapan de tu mesa de trabajo, vienen hacia mi gritando de alegría, sonriendo, olvidando su color y su ser que no es.
te miro...
y me encanta mirarte, y reparar en los gestos que asoman en tu rostro cuando alejas la cartulina y revisás tu creación y los últimos agregados en negro, los últimos recortes en blanco. Y me encanta descubrirte más mío y más libre.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Las Peladas

y resulta que...

las peladas andan sueltas, y bailan como las flores...

domingo, 21 de septiembre de 2008

Palomas negras II

Palomas negras que brotan del pecho
oscuridades. Recovecos oscuros del alma
desenfrenadas como deminios. Sólidos. Corpóreos.
Nos alejan. Se convulsionan. Se agitan.
Sus alas baten polvo gris
Generan ruidos roncos. Sórdidos.
Las palomas negras generan náuseas
olores putrefactos del alma.
Experimentar la oscuridad, también.
Es raro, huele a conjuros y a cementerios.
Me asusta y me angustia
Pero también quiero probar eso
Desmantelé por segundos el paraíso colorido
y detrás, también, había esto.
Palomas negras.
Hambrientas de rosas, fantasías y lilas.
Hambrientas de esperanzas líquidas.
Hambrientas de amor, paz y estrellas.
¿Todos tenemos palomas negras? Un horror.
Qué pena.

Palomas negras que rompen,
despedazan el pecho y el equilibrio.
O pretenden volver a cero.
Quieren la nada y el alma.
Quieren el cuerpo.
Poesía disfrazada de pena y delirio
Pero también, palomas negras.


(También se pueden experimentar los costados malditos del alma..?)

viernes, 19 de septiembre de 2008

Palomas negras

Tiempo 1
Manía de experimentar, eh? A veces es demasiado... Querer experimentarlo todo hasta puntos inútiles? No me decido aun si hay algún tope para esto. Experimentar sentimientos, experimentar con los sentidos. Quiero verlo todo, sentirlo todo. Imaginar hasta dóndo se puede. Sin límites o al menos tratando de borrarlos, ir corriendolos de a poco. Y más.
Y sé, creo, que en muchos casos sirve pero a veces che... No será mucho? Hoy me encontré imaginando cosas que no me gustaron. Para ver hasta qué punto. Cuándo la angustia. No, eso nunca sucederá. Pero. Y si pasa? Qué sentiría?
Hasta lo no vivenciado. Hasta eso quiero experimentar.
Vagar dentro de mi propia mente, a veces es un exceso.
Excesos.
Límites.
Límites.
Excesos.

Basta.

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Tiempo 2 (quizás lógicamente anterior)
¿Y si escribo?
¿Y si pinto?
¿Y si sale todo esto de aquí dentro?
No importa si es bonito o tan oscuro.
A veces no se puede todo, claro.
Hay días que brota luz del pecho.
Otros, palomas negras.

lunes, 15 de septiembre de 2008

"Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impuso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese desorden que es un orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí, enterrado en perjuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo. Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos."

Rayuela de Julio Cortázar
Fragmento del Capítulo 21

jueves, 11 de septiembre de 2008

¡¡"Clic aquí"!! para ver más pintus

Y si, por fin comencé un taller de dibujo y pintura y estoy muy contenta! Y como si eso fuera poco, con el amor de mi vida..!
Como en las letras, en los trazos y los colores también se van de mí expresiones de deseos, de miedos, de ilusiones. Y otras tantas cosas aparecen y me sorprenden. Sin saber que existían, llegan y desde el papel o la tela me saludan y se quedan, conmigo... para siempre, o hasta la próxima metamorfosis...

sobre gustos...

No me gusta...
la soberbia... ufff...
estar apurada
que se largue a llover justo al bajar del colectivo
escribir con lápiz negro
el te con leche... y menos el mate cocido
la lechuga
la mala leche
las aceitunas
la risa obligada
las cucarachas
hablar por teléfono
levantarme temprano
las anécdotas exageradas....
las empanadas fritas
las almohadas altas
comer en la cama
que me acaricien el pelo..
el calor
el suplemento económico
las servilletas de tela
Me gusta mucho...
Ver la lluvia caer desde la ventana un domingo
Buenos Aires
el café negro
los perros y las hamacas
dibujar flores
Mar chiquita con el amor de mi vida
las charlas largas mate por medio con gente querida
cantar en la ducha
el invierno
los chistes bobos
el chocolate
mirar lepis
los cronopios y Julio
pintar
acostarme tarde
viejar en el subte vacío

huellas de aquella madrugada

Sola en el departamento a la una, dos, tres de la madrugada. Una jarra de café por la mitad, un poblado cenicero y mucho humo en el ambiente. El comedor era chico, la mesa llena de libros y apuntes, fibras y señaladores, casi lo abarcaba todo.
Me sentía tranquila, disfrutaba de la soledad de la noche para estudiar. Siempre fue así.
Mi esposo había salido con amigos. Yo preferí quedarme y preparar Psicopatología.
Leía detenidamente, concentrada. Alternaba los párrafos con tazas de café y cigarrillos.
Cerca de las cuatro, si bien el sueño nunca llegaría, me daba cuenta que tendría que acostarme. Llevé uno de los libros al dormitorio. Apagué todas las luces y encendí el velador. Me acosté y di algunas pasadas a una página sin lograr leer. La atención se había quedado en el comedor, quizá en la gran mesa de hierro. Pensé que era sueño, al fin. Cerré el libro y apagué la luz. Me dispuse para dormir. Sin embargo no. Comencé a sentir mi propia respiración. Uno no suele darse cuenta de que respira. Todos lo hacemos, pero no reparamos. Pero esa vez sí reparé. Me detuve en cada inhalación. Me di cuenta que me sentía rara. Exhalaba. Inhalaba. Y cada vez se hacía más difícil. Empecé a sentir miedo. Un miedo profundo y una opresión fuerte en el pecho. Creí que me estaba ahogando. Pensé que estaba nerviosa. Quizá demasiado estudio, demasiado café... Intenté tranquilizarme en vano. La sensación de ahogo era cada vez peor y la desesperación avanzaba. Me senté en la cama y prendí la luz. Intenté coordinar la respiración, pensarla. Y fue peor. Me levanté de un salto. Corrí al baño. Ahora se sumaba un dolor en el estómago y una clara sensación de mareo. Me miré al espejo. Transpiraba, estaba pálida. Me mojé la cara mientras pensaba que me quedaba poco tiempo. No sabía qué me pasaba pero sí que me estaba muriendo. O acaso volviéndome loca. Imaginé que si dormía, probablemente despertaría internada. Las imágenes aparecían en mi mente sin quererlo, se imponían. Y el temor era ya insoportable. Temblaba. Todo el cuerpo. El corazón latía tan fuerte que podía escucharlo, y esa percepción no ayudaba. Qué hacer a esa hora, sola y sabiendo que me moría o que la locura estaba apoderándose de mí. Lloraba casi sin registrarlo y con pocas lágrimas. Un grito recorría mi garganta pero no podía siquiera soltarlo. Caminé por el comedor, entré y salí del baño y de la habitación varias veces. Me acerqué al teléfono otras tantas, lo levanté, comencé a marcar, corté. ¿A quién podía llamar? ¿Qué iba a decir? ¿Cómo explicar lo que no sabía que estaba pasando?
El infierno se prolongó durante cuarenta y cinco minutos, aproximadamente. Decidí llamar a mi madre quien en medio del susto y el sueño, me tranquilizó un poco.
Luego terminó todo. Pero las huellas del miedo quedan por siempre en el alma y el recuerdo, y a veces irrumpen en suspiros largos y entrecortados. Otras en sueños. Y en el mejor de los casos se logra plasmar en letras de un relato. Como este.