Hay jazmines sobre la mesa, y un rayo suave de sol asoma por la ventana apenas abierta. Una brisa fresca, anuncia, trae claridad. Claridades. Y no agota la calidez de noviembre.
Copas verdes asoman desde lejos. Los pájaros cantan tímidos en la ciudad pero se escuchan.
Las calles resplandecen, pero desde la ventana de mi casa, aquí sentada, no llego a verlas. Se hunden, se escabullen a mi mirada. Desde aquí todo se ve lejano. Cielo, copas, y edificios que parecen maquetas. La ciudad desde arriba parece dormida. No hay gente ni apuros. Solo día soleado y caricias de media mañana.
Las letras como guirnaldas penden de aquí y de allá. Entonces respiro profundo. Alejo de mí los pensamientos con algún esfuerzo y me abandono al aroma dulce que me abraza.