sábado, 4 de octubre de 2008

De cómo conocí a las peladas

Fue un día, de casualidad...
Y desde ese momento, no pude dejar de observarlas. De sumergirme más y más en su mundo, que ahora es también mi mundo.

Sé que en algún momento fueron tortugas tristes. Temían de todo, hasta de sí mismas. Solían esconder las cabecitas cuando se sentían tan solas que no podían o no querían ver esa realidad. Al menos eso dicen... Son tiempos ya remotos...

Se cuenta que más tarde fueron sirenas furiosas, desconcertadas. No se hallaban en ese nuevo cuerpo, como si tras cada metamorfosis, hubieran podido conservar aun huellas de vidas y cuerpos y trozos de almas anteriores.
Solían sentir bronca ya que no entendían, y eso les generaba gran enojo. No llegaban a comprender para qué esa larga cola, que les impedía desplazarse como habían aprendido. Leyendas dicen que cada uno de esos cambios fue dejando a estos seres enormes aprendizajes, pero también heridas dolorosas.

Al parecer, tal como conozco hoy a las peladas, han podido hacer de esas marcas una fuente valiosa de su eterna inquietud. Su gran facilidad para sentir (para sensibilizarse por cualquier pequeñez) quizá provenga de antiguas lágrimas derramadas tristemente. Hoy miran adelante y sonríen. Sienten curiosidad por todo, buscan, siempre buscan algo -aunque no siempre encuentran-. Y a veces, si, también a veces, las peladas se sientan junto al lago en silencio, y lloran. Esos son los momentos en que yo, que las miro de lejos, pero no lo suficientemente lejos, las descubro un poco tortugas, un poco sirenas.

3 comentarios:

DS dijo...

"Las melenas siempre andaban con cuidado y evitaban todo tipo de conflicto. Introvertidas, nunca se inmiscuían en la contradicción y siempre asentían. Solían tener todo su día programado, y si por uno de esos avatares irrumpía lo inesperado, con angustia volvían a sus casas aguardando que el nuevo día las devolviera a la comodidad de la rutina."

Saludos,
daro

La Maga dijo...

Epa, me interesa mucho esta historia de las melenas, eh? Por lo que escuché, eran de pasos cortos y muy dubitativas... no pasaban un límite, y no avanzaban hacia ningún lugar desconocido si no tenían a mano un plano con claras indicaciones. Debe ser por eso que sus bosques siempre fueron tan pequeños y delimitados?

Ali G. dijo...

justo en esa orilla los ashuces se convierten en las lagrimas, que se funden con el lago que las convirtio en sirenas..